sábado, 21 de abril de 2012

Oración de un padre (y de una madre)

Amables lectores:
El anterior fin de semana ha sido muy nutritivo, ya que participé en el 3er Congreso "Familia a toda prueba" organizado por el Grupo Mamás del Tec, al que me honro en pertenecer.
En una de mis intervenciones, leí la siguiente oración, que creo debemos repetir diariamente y analizar en cada ocasión, como guía para constatar si mis acciones corresponden a los resultados que espero, porque creo firmemente en que Dios es el creador de todas las cosas y él puede concederme lo que pido sin que yo haga nada, pero si le ayudo un poquito, verdaderamente podré decir lo que al final se expresa... estoy satisfecho por lo que he contribuido a formar; Señor, he respondido a la encomienda

Dame Señor...
un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil,
y lo bastante valeroso para enfrentarse a sí mismo cuando sienta miedo

Un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota y humilde y magnánimo en la victoria
Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando deba erguir el pecho.

Un hijo que sepa conocerte a Ti... y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental del conocimiento

Condúcelo te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos

Y ahí, déjalo aprender a sostenerse firme en la tempestad, siempre con ideales altos

Un hijo que se domine a sí mismo antes de pretender dominar a los demás; un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca se olvide del pasado.

Y después de lograr todo eso, agrégale te lo suplico, suficiente sentido del humor, de modo que pueda ser serio, sin tomarse a sí mismo demasiado en serio.

Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría y la mansedumbre de la verdadera fuerza.

Entonces yo, su padre/madre, me atreveré a murmurar:  ¡No he vivido en vano!

Reflexión atribuida a Douglas McArthur